Mónica era una despampanante au pair de 27 años cuando Ernesto se enamoró perdidamente de ella. Ernesto, divorciado dos veces y padre de cuatro hijos, se casó con Mónica, encantado además de saber que su futura mujer no quería tener hijos. Durante diecisiete años, Ernesto fue el más feliz de los maridos. Su esposa cocinaba fabulosamente bien, era "hermosa y femenina," "no tenía ningún rasgo masculino" y en la cama tenía una conducta normal. La pareja paseaba su gran amor por Amberes.
Ernesto era el único miembro de su familia que pasaba por alto, pese a los persistentes rumores, que su esposa había sido una vez un hombre. Pero fue una metedura de pata del primo de su esposa lo que hizo Ernesto que descubriera la verdad. Éste reveló que Mónica se había sometido a una cirugía de reasignación de sexo antes de irse a vivir a Bélgica. "Me siento como si me hubieran violado durante casi veinte años", se lamenta hoy el jubilado en las páginas del diario Nieuwsblad, que informó en primicia sobre la historia el pasado 24 de noviembre.
La pareja se rompió hace dos años, pero sigue viviendo bajo el mismo techo. Ernesto quiere anular su matrimonio por vía judicial, alegando que Mónica falsificó sus documentos Mónica para obtener un visado y casarse.